Es tradición que, allá,
en los albores del cristianismo, uno de los siete Varones
Apostólicos, Hesiguio o Isicio, trajo a Cazorla la luz de la fe y
estableció en ella su sede episcopal, por lo que, desde tiempo
inmemorial, se le venera como Patrón y, el 15 de Mayo de cada
año, el pueblo se traslada en procesión hasta la "Pedriza", lugar
donde el Santo fue lapidado y tiene su ermita.
El año de 1535, una
terrible epidemia de peste diezmaba la población, ocasionando gran
cantidad de muertes, tanto en personas como en animales.
La situación era desesperada: los cazorleños acudieron a su Patrón,
San Isicio, y la plaga cesó. En memoria de semejante
portento, los dos cabildos de la villa, el civil y el eclesiástico,
hicieron voto perpetuo de celebrar, cada año, la fiesta
del Santo como día de precepto, con liturgia "doble mayor de
primera clase".
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